PENSIÓN BAJAMAR
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A PROPÓSITO DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE LONDON 2012


Non sé por que estraño motivo, la cultura inglesa y todo lo relacionado con ese país británico, me queda un tanto lejano. No encuentro demasiados puntos de conexión entre mi yo y el país de Mary Poppins.
Quizás tenga algo que ver el hecho de haber elegido francés y no inglés en 6º de E.G.B. Esta decisión te marca en parte para el resto de tu vida, con una forma de entender el mundo casi antagónica con la idiosincrasia, gustos e ideales de todo lo english.
Quizás tengan la culpa las sandalias con calcetines que he visto en los pocos turistas ingleses que por estas tierras se dejan ver, si es que alguna vez he visto alguno, y si lo he visto, ya no me acuerdo, porque creo que jamás hablé con alguno de ellos, aunque fuera por señas.
Puede que los tocados que salen en la tele o los fraks-chaqués y sombreros con bombín de Ascot, tejiesen en mi una sensación de sociedad acotada a los más comunes de los mortales, como yo, que es como si a lo largo de toda la isla se levantase un muro que mi ego  jamás podría traspasar. Y, a decir verdad, tampoco lo he intentado.
Ah, sí!
Fue el año en el que me matriculé en la escuela de idiomas para aprender inglés. Pobre de mi, y de una señora sesentona que se sentaba tres filas más adelante. Éramos los dos inocentes que vivíamos alejados de toda la incipiente globalización idiomática, que en aquellos años se empezaba a vislumbrar. Mi propósito y motivación eran eternas, pues aprender inglés suponía, no sólo el acceso a una cultura concreta más, sino a LA GRAN CULTURA IDIOMÁTICA. Con esas nuevas palabras aprendidas podría acceder a un mundo mágico de grandes oportunidades, pues, como se decía por ahí, el inglés sería el idioma del futuro sin el cual, un ser humano, no podría casi sobrevivir.
Pero lo dejé al poco tiempo. Fue por falta de motivación en las clases. La profesora no era muy buena. Eso de estar todo el rato completando frases me ponía de los nervios. Los libros eran listados de oraciones numeradas con una raya en medio. A veces la letra estaba tan comprimida que antes de empezar con las tareas me deprimía y lo dejaba.  Creo que en los cuatro meses que estuve en aquellas clases, no pronuncié una sola oración completa en inglés que no fuese “My house is red”, o algo parecido. Mis compañeros, que ya lo habían estudiado en el colegio y parte de la educación secundaria tampoco se defendían demasiado, porque cuando hablaban hacían pausas eternas hasta pronunciar la siguiente palabra, que a veces incluso decían mal.
Os juro que tengo amigos que han acabado todos los cursos posibles, y nunca les he oído pronunciar un discurso en inglés. Ni siquiera una locución breve. Nada. Yo creo que no saben hablar inglés, aunque puedan resolver mil y un ejercicios de completa estas frases. Y si saben, lo ocultan.
Lo poco que sé de esta lengua me ha venido dado por su música popera, punk, heavy y de todos los estilos paridos entre las islas y los USA en la segunda mitad del siglo XX. Mis clases han sido los U2, Los Smiths, Los Queen, Los Beatles y centenares de grupos que he escuchado y escucho cada día y que intento traducir para captar la idea general. Porque mi padre dice que no entiendo lo que escucho en inglés y que por eso no me tiene que gustar. Vale, a veces no lo entiendo, pero lo fonetizo a mi manera, como todo quisqui. ¿O no?
También he ido a ver representada alguna que otra vez Hamlet, pero como era príncipe de Dinamarca, pues tampoco me servía de mucho, la verdad, e incluso he leído varias veces O incerto Señor Don Hamlet, príncipe de Dinamarca, que además está escrita en gallego, con lo cual la relación de esta obra con Inglaterra quedaba, una vez más, desdibujada.
Démosle la vuelta a la tortilla entonces. ¿Qué pensará un inglés de un gallego? ¿Sabrán dónde está Galicia algunos de ellos? ¿Sabrán lo que es un percebe? ¿Si se lo pongo delante le hará ascos majaderos de metropolitano quisquilloso o lo aceptará con curiosidad y agrado? Creo que no me caerá esa breva. ¿Y si le digo que lo que se come del percebe es un pene, se volverá a su islita a contar que en Galicia comemos penes de animales para celebrar eventos importantes?
A pesar de todo, he visto estos días unos jardines ingleses en Internet la mar de interesantes. Podría probar a cavar parte del terreno e intentar disponer de forma más o menos ordenada y equilibrada todo tipo de flores silvestres que encuentre por la zona, además de camelias, porque el clima en el que vivimos los ingleses y los gallegos coincide básicamente. La campiña inglesa siempre me ha parecido maravillosa, aunque sólo la conozca por los programas de cocina de Jamie Oliver y algún que otro programilla del canal VIAJAR.
Por eso la ceremonia inaugural de Los Juegos Olímpicos de Londres, que al inicio del evento recreaba ambientes rurales ingleses, además de la música propuesta, me ha parecido un punto de inflexión importante que quizás, solamente quizás, pueda crearme apetencia de viajar a ese país del norte y apartar de mi mente ciertos tópicos y perjuicios adquiridos.

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